Ana Bertha Castro Ceseña: tras bio y nano pistas en la ciencia



Semblanzas

"Aunque tenga este aspecto tan pacífico, he sido una persona que ha ido asumiendo retos y trabajado por alcanzar sus sueños", dice en entrevista Ana Bertha Castro Ceseña, investigadora por México adscrita al Departamento de Innovación Biomédica del CICESE desde 2018.

De complexión delgada, hablar pausado, mirada serena, sonrisa pronta, estatura baja, disciplina férrea y un amor incondicional por su carrera científica, a sus 43 años Ana Bertha ha visto cumplido su deseo infantil de ser una detective muy particular.

“Desde que estaba chiquita, yo decía que quería ser detective. No sabía cómo llamarle a esa curiosidad por descubrir, por seguir pistas. Soy muy metódica, me gusta seguir un procedimiento lógico para encontrar respuestas. Cuando tenía 16 años y estaba en la preparatoria, supe que quería trabajar en un laboratorio y descubrir cosas”. Ahora sus saberes le han permitido tender un puente entre la biomedicina y la nanotecnología, y seguir pistas hacia la búsqueda de nuevos medicamentos.

Mujer de frontera

Ana Bertha nació en Tijuana, Baja California, ciudad de grandes contrastes sociales, de intensa migración, de maquiladoras que en el pasado la catapultaron como la capital mundial de las televisiones, de multiculturalidad, de franja divisoria entre México y Estados Unidos.

Allá creció con la temperatura en grados Fahrenheit, con distancias en millas, con pochismos como parkeate, con clases de inglés por canales televisivos de San Diego y el programa de moda, Plaza Sésamo. “Después, grandecita, fui descubriendo y adoptando las palabras correctas en español, pero como dijo Juan Gabriel: me gusta mucho la frontera. Tijuana es una ciudad muy dinámica, con muchos atractivos y distinta a Ensenada”.

Hija única, Ana Bertha vivió y estudió en Tijuana, muy tranquila, salvo un periodo en los noventa cuando la violencia se hizo evidente por disputas entre cárteles. Crecer sin hermanos, considera Ana, fue un gran reto para su mamá y papá. “Mis padres fueron muy sabios al criarme; no me dieron todo salvo su amor y apoyo incondicional. Mi mamá fue estricta, aunque yo no me iba de pachanga hasta las 3 de la mañana; estaba en la casa, centrada en mis objetivos.

Nuestra entrevistada estudió Ingeniería Bioquímica en el Instituto Tecnológico de Tijuana (ITT). Siempre le ha gustado la bioquímica, dice, y recuerda que estuvo a punto de ingresar a ingeniería química en la UABC, pero un día profesoras del ITT visitaron su preparatoria, explicaron de qué trataba esa licenciatura tras lo cual Ana optó por el Tecnológico. “Esas mismas maestras que motivaron mi ingreso al ITT, nos trajeron de visita a los laboratorios del CICESE cuando Biotecnología Marina y Acuicultura estaban en el edificio de Acuicultura. Al conocer este centro, dije éste es mi lugar, esto quiero”.

Concluida la ingeniería bioquímica y a sabiendas de que, para continuar detectando, descubriendo, revelando, investigando el mundo, debía estudiar algún posgrado, Ana Bertha llegó al CICESE: ingresó a la Maestría en Biotecnología Marina, cuyo grado obtuvo con la asesoría del doctor Facundo Márquez Rocha.

Para seguir su vocación detectivesca, se matriculó en el doctorado en Física de Materiales (hoy Nanociencias) del posgrado conjunto CICESE–UNAM. Luego de un cambio de director, obtuvo el grado con la codirección del investigador Gustavo Hirata Flores, del hoy Centro de Nanociencias y Nanotecnología (CNyN) de la UNAM, y la profesora Joanna McKitrick, del Departamento de Ingeniería Mecánica y Aeroespacial, de la Universidad de California en San Diego (UCSD). “Esa codirección me abrió un abanico de oportunidades que definieron el cómo enfrentar distintos retos en la vida”.

Terminando el doctorado, se fue un año a UCSD, con una beca de UCMexus–Conacyt donde comenzó a trabajar con biomateriales. “Fue una estancia muy bonita, en un ambiente dinámico y multicultural”. Ana regresó a México como posdoctorante en el ITT, luego trabajó un año en el CICESE y posteriormente retornó a Tijuana, a la sede del Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico en Electroquímica (CIDETEQ). Era 2015 y ahí comenzó a trabajar como investigadora del programa anteriormente llamado Cátedras Conacyt, hoy Investigadores por México Conahcyt.

“Cuando la sede fronteriza del CIDETEQ cerró puertas me invitaron a ir a la matriz, a Querétaro, pero a mí me gusta mucho la frontera. Entonces, como investigadora de Cátedras Conacyt, logré cambiarme a Ensenada, primero al CICESE, luego estuve dos años en el CNyN y regresé al CICESE, al Departamento de Innovación Biomédica, centro que considero mi casa desde que cursé la maestría, lo quiero mucho. Ojalá se abra una plaza. Éste es mi lugar.”

Desde su faceta de estudiante de maestría, Ana llegó a Ensenada con su familia “me traje a mi papá y a mi mamá”. Él, trabajador en una tienda de materiales eléctricos, logró su permuta al puerto donde se jubiló en 2011; ella continuó con sus labores de casa, siempre apoyando a la familia hasta 2020 cuando falleció lamentablemente.

En Tijuana han mantenido la casa familiar, “tenemos muy buenos vecinos que la cuidan”. En este aquí y ahora porteño, Ana y su padre disfrutan la vida: “Ya le enseñé a usar su iPad, habla con mis tíos, prepara comida. No tenemos mascotas porque rentamos, pero cuando nos mudemos, si Dios quiere tendremos nuestra casita en Ensenada, quisiera tener un perrito, es una buena compañía”.

De Catedrática a Investigadora por México

Su pequeño cubículo, el 402 en el cuarto piso del edificio norte de la División de Biología Experimental y Aplicada, consta de un escritorio curveado por un extremo y un par de libreros. Su silla, dos más y un banco generan la escenografía adecuada para las asesorías individuales o grupales a estudiantes. Trabaja rodeada de flores de papel y una suculenta natural. De las paredes penden reconocimientos enmarcados, dibujos infantiles y una foto donde aparece la madrina de primera comunión Ana Bertha y la ahijada Renata, hija de su gran amiga desde el jardín de niños.

Ese pequeño espacio contrasta con el enorme compromiso que Ana asume con cada actividad que emprende: sus investigaciones, sus clases, asesoría a estudiantes, actividades de divulgación de la ciencia, búsqueda de financiamientos para la investigación. Todo la motiva, todo le gusta.

Con más de 15 años de experiencia, Ana Bertha es una de las jóvenes investigadoras que este sexenio transitó de ser “Catedrática” Conacyt a “Investigadora por México” Conahcyt. Si bien ese estatus no da total seguridad laboral, Ana concentra esfuerzos por hacer todo mejor cada día, cumplir con avances de investigación, contribuir a la formación de estudiantes, ser mentora, publicar, vincularse, divulgar…

"Quizá sea ingenua, pero tengo la certeza de que todo estará bien si trabajo lo mejor que puedo. Eso no me quita el sueño, lo que sí me lo quita es la falta de financiamiento porque todas las investigaciones son costosas: trabajamos con biología molecular, con cultivos de células primarios, materiales que se pueden utilizar una sola vez y son muy costosos. Yo he buscado y encontrado financiamiento desde el 2015 a la fecha.”

Biomateriales, nanopartículas

Desde 2015, Ana Bertha trabaja con biomateriales, área que combina la ciencia y la ingeniería. Con su formación en ingeniería bioquímica, biotecnología marina, física de materiales, incluso un curso de mecánica cuántica, y varios de “habilidades blandas”, como inteligencia emocional, gestión y administración de proyectos, Ana refuerza su vocación y compromiso cada día.

“Me gusta mucho mi trabajo, por el impacto que tiene para el área de la salud y en beneficio de la sociedad. Contribuir a la formación de nuevos profesionistas, trabajar con los jóvenes me llena mucho. Cuando se titulan, digo ya cumplí mi misión, llevé a buen puerto a ese muchacho.”

Con seis años laborados en el CICESE y dos proyectos de investigación en curso, Ana hace un breve recuento de logros: “he titulado diez estudiantes de posgrado y ahora tengo tres, estoy haciendo todo lo posible para que se titulan en agosto o septiembre; también contribuyen tres muchachos de licenciatura prestando su servicio social. Hay el interés de otros cinco estudiantes para maestría y dos para doctorado en el grupo de Biomateriales. Ya somos un equipo grande, gracias a Dios”.

Ana Bertha y su grupo de investigación genera conocimiento en nanotecnología que a futuro podría derivar en aportes a la nanomedicina: fármacos de entrega controlada y dirigida hacia órganos específicos, como el cerebro en el caso de la enfermedad de Alzheimer, y el hígado en el caso de la esteatohepatitis no alcohólica (NASH, por sus siglas en inglés), dos de las enfermedades crónicas que estudia el grupo.

El trabajo de Ana Bertha es ciencia básica, trabaja con modelos experimentales in vitro, es decir, en cultivos celulares en ambientes controlados. A este primer paso, decisivo como los planos y los cimientos para construir una casa, seguirán otras fases: modelos experimentales in vivo –con animales–, investigación clínica –con humanos– en varias fases (de la 0 a la IV) y múltiples pruebas hasta evaluar el nuevo fármaco.

Apoyado por el Conahcyt, en la categoría Ciencia de Frontera, el proyecto “Implementación de un modelo 3D de esferoides para la evaluación de potenciales fármacos para la enfermedad por hígado graso no alcohólico” enfoca el trabajo para evitar la destrucción de los hepatocitos (las principales células del hígado) y la activación de células estrelladas hepáticas que generan fibrosis y, por lo tanto, esteatohepatitis no alcohólica.

Con financiamiento de la Royal Society of Chemistry Research Fund, el proyecto “Effect of hybrid nanoparticles loaded with fucoxanthin and C-dots on PSEN2 N141L astrocytes in Alzheimer’s disease” busca evaluar nanopartículas híbridas, ya creadas en el grupo de la doctora Castro Ceseña, en astrocitos de una paciente diagnosticada con la enfermedad de Alzheimer.

“Trabajar con cultivos primarios implica un gran reto porque solamente se pueden utilizar un número determinado de veces. Los muchachos trabajan con cierta presión, saben que no tienen mucha chanza de que el experimento no salga. Las líneas celulares con su respectivo kit de medio de cultivo son muy caras, pueden utilizarse tres o cuatro veces y cuestan cerca de 1,500 dólares”.

Por ello, deben estar bien seguros de qué experimento hacer y cómo. “Es fundamental tener claro el objetivo y trabajar en equipo. Los muchachos se empapan de su tema, lo discutimos, experimentamos, analizamos. El propósito es tener la mayor evidencia posible in vitro. Cuando en esta etapa sepamos que todo está funcionando bien, podríamos tener colaboración con otros grupos para pasar a un segundo nivel, pero necesitamos avanzar más.

El día a día

De lunes a viernes, Ana Bertha se levanta a las 4:30 de la mañana. Desayuna con su papá, prepara su lonche, a las 7:15 ya está lavándose los dientes, para llegar al CICESE antes de las ocho. De ocho a nueve avanza con pendientes de oficina, a las nueve comienza asesorías con los estudiantes, individuales o en grupo. A las 3:30 o cuatro de la tarde va a casa a preparar la comida y disfrutarla con su papá; en la tarde noche realiza otras actividades, como tomar una clase de inglés, por videollamada, con una profesora de Mexicali con quien ya ha surgido una amistad. También está disponible para sus estudiantes, “prácticamente a cualquier hora me pueden hablar, sobre todo cuando deben hacer un experimento”.

Los fines de semana, con su papá, va a Tijuana a darle una vuelta a la casa de la infancia, a visitar familiares, a su amiga–comadre, a quien conoce desde el kínder. Cuando no viaja, sale a comprar el mandado y disfrutar la casa y a su papá con quien platica mucho. “Tiene 83 años, es de Mexicali, disfruto mucho su charla, me platica de su infancia sin cooler, ni aire acondicionado. Se nos pueden ir horas de sobremesa. Disfruto mucho platicar con mi papá. Que Dios lo guarde muchos años para seguir platicando con él”.

Respecto a su vocación de detective, Ana está en armonía con ésta trabajando para saber más y contribuyendo a la formación de jóvenes respetando sus decisiones y alentándolos a seguir sus sueños. “Durante la pandemia, algunos estudiantes perdieron ánimo, motivación, facilidad para interactuar con otros porque cursaron en línea dos años de carrera, en su casa”.

Respecto a planes, Ana Bertha seguirá sus investigaciones, quiere avanzar más y con resultados más robustos tomar un año sabático en alguna institución de Londres o Alemania donde hay mucho desarrollo en el área biomédica. “Me interesa exponerme a otros ambientes académicos como parte de mi crecimiento. Quiero seguir avanzando. Mis alumnos y yo estamos trabajando y publicando artículos para tener más resultados e ir a presentarlos a congresos, para ampliar la red de colaboración con instituciones nacionales e internacionales”.

Cada día hay que tener presentes las metas, disfrutar y querer mucho lo que se hace. Algunos jóvenes sienten la adrenalina al lanzarse de un paracaídas o escalar una montaña; yo la siento cuando vamos a hacer un experimento, cuando iniciamos una nueva investigación, cuando compramos una línea celular primaria.

“Crecer es doloroso, el cambio es doloroso, pero es más doloroso estar en el lugar al que no pertenecemos” es una frase que leí por ahí y compartí con mis estudiantes: Gabriela Carballo, Marco Antonio Urióstegui, Horacio Silvestre Martínez, Cecilia Madrigal, Shaula Castro, Lizeth Tello, Lorna Yáñez, Tonatzin Zertuche, Ximena López y Ricardo Colín, todos de posgrado. Y Daniel Reyes, Marco Cota, Ismael Gómez y Vanessa Rodríguez, de licenciatura. “No tengan miedo a lograr sus sueños. Si quieren avanzar, trabajar en otros laboratorios, hacer una estancia, asistir a un congreso, entonces, trabajen por su objetivo, lo van a lograr”.

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Palabras clave: Biomateriales, nanomedicina, UCSD, innovación biomédica, astrocitos, Alzheimer, esteatohepatitis

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