Entre el estudio y la divulgación del mar: Omar Valencia Méndez
Nació entre valles, en Miahuatlán, Oaxaca, un poblado muy cercano a la capital, pero el empleo de su padre –profesor de educación indígena– llevó a Omar Valencia Méndez, a su familia, a recorrer la zona costera donde comenzó su profundo amor por el mar, y a la postre su interés por estudiarlo con rigor científico y compartir saberes marinos con la niñez y la juventud. Orgullosamente zapoteco, se siente privilegiado por su origen y las oportunidades que la vida le ha ofrecido hasta llegar a su estatus actual: investigador titular en el Departamento de Ecología Marina del CICESE, padre de dos hijos, esposo de una estudiosa del mar, buzo experimentado y creador del Laboratorio Marino virtual, un proyecto que nació en 2021 y busca consolidarse como un referente en la divulgación de las ciencias marinas para niñas, niños y jóvenes, en español y en lenguas indígenas. Anualmente, recuerda Omar, la familia se movía de una a otra localidad de la costa oaxaqueña –“Desde que tengo memoria siempre vivimos frente al mar”– hasta que “nos asentamos” cerca de Puerto Ángel donde Omar estudió la secundaria, la preparatoria, la licenciatura y la maestría en biología marina, ambos estudios profesionales en la Universidad del Mar. “Vivíamos cerca de un arrecife prístino llamado Salchi, que se ubica entre Puerto Ángel y Huatulco, en una zona ripiera rica en biodiversidad. El coral crecía a flor de agua. Había muchos peces azules que, ahora sé, se llaman damiselas”, recuerda el ahora estudioso de los procesos ecológicos marinos, de su afectación por el cambio climático y la biodiversidad de peces en arrecifes de mares mexicanos, particularmente los peces crípticos. Entrevistado en su cubículo en el edificio de Oceanología del CICESE donde nos comparte una taza de aromático café oaxaqueño, Omar muestra fotos y videos del blanqueamiento de corales que registraron el verano pasado en la costa oaxaqueña. Las imágenes son desoladoras y resultado de factores múltiples, entre otros, el intenso fenómeno natural de El Niño 2023–2024, después de tres años continuos de La Niña. Pero: “Existe esperanza. Históricamente hemos tenido corales en el Pacífico Mexicano y la península de Baja California; su historia está marcada en fósiles, quienes los estudian los han encontrado en Chiapas, en ambas penínsulas y eso indica que los corales han existido desde hace muchos años. Los eventos Niño, sumados al impacto antropogénico, sí degradan los procesos naturales, pero sabemos que las especies se adaptan; hay que darles tiempo para que se adapten a los cambios”, confía Omar Valencia. De acuerdo con el sitio Biodiversidad Mexicana, los arrecifes son comunidades marinas de aguas poco profundas cercanas a la costa, donde dominan los corales y las estructuras rocosas, con una gran diversidad de especies de algas, invertebrados y peces. Los arrecifes pueden ser coralinos, rocosos, mixtos y artificiales. Están ligados con otros ecosistemas porque las estructuras coralinas o rocosas cambian la dirección y velocidad de las corrientes marinas y ayudan al establecimiento de otros ecosistemas costeros como manglares y pastos marinos. En estos ecosistemas, nuestro entrevistado ha enfocado su atención al estudio de peces. Dedicó su tesis de maestría al estudio de los aspectos reproductivos y la dinámica poblacional de ese pez azul de su infancia, la damisela (Stegastes acapulcoensis), en la bahía La Entrega, en Oaxaca. En esa costa del Pacífico, Omar y colegas han sumado años de observaciones e investigaciones. A la par que cursaba la maestría en Puerto Ángel, Omar Valencia comenzó a trabajar en un centro de buceo en Huatulco, desarrollando mayores habilidades en el uso y mantenimiento de los equipos, y la seguridad de los visitantes. Omar comenta: “gran parte de mis habilidades de buceo, experiencia en el manejo de grupos bajo el agua e incluso la confianza para poder liderar expediciones a islas remotas como Revillagigedo, las adquirí en Buceo Huatulco, en donde Virgilio Antonio Pérez se convirtió en mi mentor y ha sido un gran amigo”. Tiempo de migrar Concluida la maestría, Omar partió a la Ciudad de México a cursar el Doctorado en Ciencias Biológicas y de la Salud, en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), estudiando la riqueza, distribución y biogeografía de los peces gobios (Gobiiformes: Gobiidae) del Pacífico oriental tropical. “Ahí estaba empezando a laborar Andrés López Pérez, quien había lidereado un grupo de trabajo en la Universidad del Mar. Me atrajo el doctorado porque no se centraba en clases sino en un proyecto de investigación (modelo UAM). Desde el día uno mi propósito fue muestrear desde el Alto Golfo de California hasta Ecuador. En salidas de campo logramos documentar las islas Galápagos, Panamá, Costa Rica, todo el Pacífico Mexicano. Nos faltan El Salvador, Honduras, Nicaragua, Guatemala.” Al inicio lo complicado era la logística y la seguridad, recuerda Omar, porque no es sencillo hacer ciencia en estos países. Como parte del programa de doctorado, él tuvo acceso a varias becas al extranjero. “Cuando no podía ir a Colombia o Guatemala o El Salvador, pedía beca para estudiar las colecciones de peces en Estados Unidos; así estuve en San Diego, en el Instituto Scripps, en el Museo de Historia Natural de Los Ángeles y en la Academia de Ciencias de California, en San Francisco. Tuve acceso a tres colecciones muy grandes de peces del Pacífico”. Pero la búsqueda no paró ahí. Obtuvo beca para otros museos en Harvard, para estudiar la colección de vertebrados y algunos peces, y la colección de Yale, cerca de Nueva York, donde cerró su investigación doctoral. El trabajo de campo se completó con lo realizado en los museos, pero “lo más importante fue y ha sido la red de colaboración”. Las colaboraciones fructifican Una red que nació con el estudiante Omar y ha continuado con el investigador del CICESE, quien actualmente trabaja con peces en el Golfo de California, aunque, sigue monitoreando los arrecifes de Huatulco –desde 2007– cuando se integró al equipo que lidera el doctor Andrés López. “Tres personas dirigimos los monitoreos en Huatulco: el doctor López Pérez trabaja corales; la doctora Rebeca Granja Fernández trabaja equinodermos y macroinvertebrados y yo que estudió a los peces. Con este tridente, cuando existe la oportunidad nos reunimos en Huatulco porque los monitoreos nos permiten detectar cambios en escalas de tiempo muy amplias y cuando vienen eventos como El Niño, tenemos datos y sabemos qué especies se impactan, se benefician, se recuperan. Estudiamos el ecosistema en el tiempo.” De sus estudios en el Golfo de California destaca que, a pesar de ser un área relativamente bien estudiada, hay sitios poco explorados porque es complicadísimo abarcar todo el golfo, hay áreas inexploradas que siguen siendo un misterio, por las profundidades. En el año 2023, Omar fue invitado a una expedición financiada por el Instituto Smithsonian. “Solamente íbamos tres mexicanos, el resto (15 personas) eran curadores y fotógrafos de las colecciones. Fui invitado por el doctor Ross Robertson. Ellos se encargaron de conseguir el dinero, nosotros del apoyo logístico y al final todas las muestras se quedaron en México, ya que fue partícipe de todo: desde la obtención de los organismos, su estudio, el alojamiento de esos organismos en colecciones porque existe la infraestructura y la capacidad científico-tecnológica”. En el CICESE, Omar está en proceso de tener una colección de peces; el primer paso es recopilar muestras –“ya tenemos de varias partes de México”–, el segundo disponer de un lugar seguro. “No tengo laboratorio, el doctor Luis Calderón nos comparte un espacio en el suyo. Somos entre 15 y 20 personas haciendo diferentes cosas, en algún momento tendré un espacio para un laboratorio, para el grupo y ahí tendremos una colección que compartiremos no solamente con México sino el mundo”. Tropicalización de océanos Buzo científico experto, Omar Valencia asegura que los corales del Golfo de California podrían tener una mayor plasticidad que los del Pacífico y el Caribe porque soportan más cambios: en diciembre, en el golfo, el agua puede alcanzar una temperatura promedio de 14 grados y en el verano ascender hasta los 30 grados. Es una variación de temperatura muy amplia y en ambos extremos los corales están sanos. En cambio, en Huatulco, los corales tienen un margen muy pequeño de variación de temperatura; cuando se registran picos extremos, son más susceptibles. Al respecto, Omar apunta una hipótesis referente a la tropicalización de los océanos: “Conforme existan más cambios drásticos de temperatura, particularmente en las zonas tropicales, muchas especies se moverán poco a poco hacia el norte; por ejemplo, en el Alto Golfo de California se está empezando a capturar el pez loro, del cual no existían registros y según ha publicado el doctor Héctor Reyes Bonilla, de la Universidad Autónoma de Baja California Sur.” No obstante, a diferencia de los peces, a los corales les va a tomar mucho más tiempo por su crecimiento lento: en algunas especies es de uno o dos centímetros máximo por año. Y volvemos la mirada a Huatulco –cuyas fotos y videos de Omar documentan el blanqueo y muerte de corales– donde la existencia de los corales es resultado de varios cientos de años. Ese es un escenario, pero más al sur, por ejemplo, en Panamá hay arrecifes conectados con descargas de agua dulce, con ríos. Cuando las mareas son extremadamente bajas, los arrecifes de coral quedan expuestos a agua casi dulce, transitan en los dos ambientes salino–dulce. “En California si sacamos un coral y lo metemos en agua dulce muere inmediatamente.” Del impacto que los investigadores han observado en diversos mares, Omar resume: La recuperación es lenta, para ayudar a ese proceso se está haciendo mucha investigación, en el Caribe a nivel genético, con gametos; en el Caribe y el Pacífico se están trabajando en repoblamiento con fragmentos de coral colocándolos en estructuras de coral o artificiales, “pero este proceso es muy lento y costoso. Cuando hay un impacto, el arrecife no se recupera a la misma velocidad”. Para repoblar, en un día una persona puede hacer de tres a cuatro buceos y probablemente pueda repoblar aproximadamente 5 metros cuadrados por cada buceo, eso implica tener un montón de gente en el agua y mucho dinero para hacer estructuras artificiales; hablamos de varios millones de dólares. El gobierno mexicano, a través del Conahcyt, ha apoyado proyectos de restauración de corales; también las instituciones, como el CICESE, a través de sus proyectos internos, y fondos internacionales, de agencias europeas y estadounidenses que apoyan más ecosistemas del Golfo de California y del Caribe mexicano. Hace falta más investigación para el Pacífico Central, y por ello el grupo en el que participa Omar ha hecho el ejercicio de documentar los estudios realizados en el área desde 1900. “La suma asciende a más de 250 sitios con arrecifes en todo el Pacífico y hemos trabajado con tres grupos particularmente: corales, peces y equinodermos”. El Pacífico central y sur, que incluye Colima, Jalisco, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, ha recibido menos atención en cuanto al número de estudios, pero se relaciona con la complejidad del área porque no es fácil acceder al sur de México, es compleja la logística para acceder a sitios remotos. Respecto a su quehacer: “Ya tenemos bien documentada la región de las grandes islas del Golfo de California, pero ahora el interés se centra en conocer qué hay en el Pacífico central y sur de México. Ya se han hecho algunas expediciones con grupos reducidos de tres o cuatro personas, pero constantemente. Abigail Pañola Madrigal, mi estudiante de doctorado, ha estado en Punta Maldonado, en el límite de Guerrero–Oaxaca donde hay un arrecife rocoso poco explorado. Nosotros prácticamente somos los primeros en documentar la biodiversidad de Punta Maldonado. La logística ha sido bastante compleja –de Huatulco a Punta son aproximadamente 14 horas manejando y cargando todo el equipo–, pero trabajamos en colaboración con la Universidad del Mar. La seguridad es un punto clave y crítico para acceder a algunos lugares del sur de México. Primero la seguridad, luego la ciencia”. Ciencia y sociedad Entender lo frágil y diversos que son los arrecifes forma parte de una tarea múltiple: gobierno, empresa, academia, ciudadanía. Se requiere un turismo responsable y sumar a la sociedad a iniciativas locales: desde la contención de basura hacia el arrecife hasta la remoción de desechos en éstos. “Los científicos debemos involucrarnos más con la sociedad para servicios, como la capacitación. En todo el Pacífico Mexicano hay centros de investigación públicos y universidades que pueden hacerlo; de alguna manera hacer una red colaborativa de cursos obligatorios y previos a la certificación de guías turísticos autorizados, podría funcionar.” Por su experiencia, desde su infancia estando en contacto con el mar y la gente de la costa, Omar asegura que las comunidades sí están conscientes del valor de sus recursos naturales y sí se involucran en su cuidado, pero hay que tener tacto para llegar. Algunas comunidades, insiste, no se abren a iniciativas científicas cuando prevalece una comunicación vertical, cuando el científico quiere llegar a ejercer su verdad absoluta; funciona la comunicación horizontal. Hay comunidades que han coexistido con el mar durante generaciones, conocen mejor que nadie estos ecosistemas y también tienen soluciones. –¿Cuál ha sido el episodio más intenso que has vivido buceando? –Cada sitio es particular. En islas oceánicas, las corrientes son muy fuertes y si hay mucha corriente en el fondo, las burbujas no se ven desde la superficie. El reto más grande es tener habilidades para el que está arriba pueda ver, identificar a los buzos, las burbujas y el que está abajo liderando un grupo tenga la capacidad para terminar un muestreo en el momento preciso, agrupar a la gente y llevarlo a superficie. En la zona costera el tema es la visibilidad, no se ve nada, las mareas rojas son muy comunes. Si vas con un grupo de personas y no se ve nada, es momento de abortar el trabajo. En el Golfo de California se unen varias: la corriente es muy fuerte en muchas islas y la visibilidad puede ser muy buena o mala, otro factor complicado son los animales que te puedas encontrar, como tiburones, lobos, que imponen con su peso aproximado de media tonelada. Laboratorio Marino virtual (LMv) Respecto a esta plataforma de divulgación de la ciencia en Facebook y YouTube, impulsada por Omar, dice: “Siempre me he sentido en deuda porque yo soy zapoteco y muy pocos tienen la posibilidad de terminar una carrera, por muchas razones, pero creo que la principal es el desconocimiento de cómo acceder a fondos y becas”. Desde que obtuvo el doctorado, Omar pensó en retribuir de alguna manera a todos los que de alguna manera lo han apoyado, incluida la población indígena; motivar aprovechando el extendido uso de las redes sociales y los contenidos digitales. El LMv abarca tres propósitos importantes: motivar a la niñez, dar visibilidad a las mujeres que trabajan en ciencia y compartir los contenidos en español y lenguas indígenas. La plataforma funciona desde 2021 con la colaboración de muchas organizaciones y personas en México y California. “Colaboramos con el doctor Octavio Aburto, de Mares Mexicanos, y la maestra en ciencias Catalina López-Sagástegui, de dataMares, para crear los dataPósters. Y la red de colaboración suma grupos nacionales y locales, en Ensenada. El proyecto sigue creciendo. Conahcyt ha publicado nuestros vídeos en sus plataformas, el primero fue el de los corales. Ingreso complicado El ingreso oficial de Omar al CICESE fue el 19 de noviembre de 2020. Llegó en plena pandemia y fue complicadísimo, recuerda, ya que el primer semestre del 2021 transcurrió en trámites y actividades desde la virtualidad. Conoció el CICESE en sus tiempos de estudiante de doctorado cuando vino a Ensenada al Congreso de arrecifes coralinos de 2011. “Me gustó mucho, desde ahí le eché ojo”. Pero primero debió concluir su doctorado en 2019, trabajar temporalmente como profesor de medio tiempo en la UAM Xochimilco y elegir entre hacerse de una plaza laboral inmediatamente o hacer un postdoctorado. Mientras se estrenaba como profesor, Omar sometió varias solicitudes para hacer postdoctorados fuera de México y concursó por una plaza en el CICESE. Logró gestionar un posdoctorado con beca UC-Mexus–CONACYT, con el doctor Phil Hastings, en la colección de Scripps. “Me aceptaron, estaba tramitando la visa para mí y mi familia cuando también recibí el anuncio de haber sido aceptado en el CICESE. Me disculpé con el doctor Phil, quien se retiró en pandemia, y así fue como llegué a Ensenada”. |