Hacia el cultivo de pepino de mar en Baja California
Es un proyecto en vinculación con cooperativas y financiado por el Conahcyt
Si te guiaras solo por su aspecto, jamás imaginarías que es un animal tan codiciado. Como su nombre lo indica, el pepino de mar es semejante a un pepino alargado. Los más pequeños son de apenas unos centímetros y los más grandes pueden medir varios metros. Su cuerpo es blando, cilíndrico y de una textura rugosa o con pequeñas protuberancias llamadas papilas. La mayoría de los pepinos de mar tienen una amplia variedad de colores, con tonos marrones, verdes o negros, aunque algunos pueden tener colores más vibrantes, como rojos o naranjas, especialmente si son de aguas tropicales.
Pero su valor comercial no se debe a su peculiar estética. El pepino de mar es ampliamente demandado en países asiáticos por su uso culinario y las propiedades medicinales que se le atribuyen. En promedio, el pepino de mar seco, que es la presentación más común para la exportación, puede alcanzar precios de entre 300 y 500 dólares por kilogramo. Pero, si la calidad es especialmente alta, los precios pueden superar los mil dólares por kilogramo. En México habitan dos especies de alto valor comercial: Isostichopus fuscus, en el Golfo de California, e Isostichopus badionatus, en el Golfo de México, cuyas poblaciones han sido sobreexplotadas. Isostichopus fuscus, conocido como pepino de mar café, está protegido por las leyes mexicanas debido a su vulnerabilidad. En el año 2000, la especie fue incluida en la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT como especie en peligro y en esta misma categoría aparece en la Lista Roja de Especies Amenazadas. Las autoridades pesqueras han establecido temporadas de veda y cuotas de captura estrictas, no obstante, estas restricciones han sido difíciles de cumplir debido a la pesca ilegal. En este contexto, un grupo de investigación del Departamento de Acuicultura del CICESE inició este año un proyecto para desarrollar la biotecnología de cultivo de dos especies de pepino de mar que habitan en las costas de Baja California, el cual es financiado por el Consejo Nacional de Humanidades Ciencias y Tecnologías (Conahcyt). El objetivo es controlar todo el proceso de cultivo en laboratorio y posteriormente abastecer de juveniles a las cooperativas que ya cuentan con permisos de captura, para que continúen criando a los organismos en condiciones de maricultura hasta su talla comercial. El grupo de investigación tiene altas expectativas por los potenciales impactos económicos, sociales y ecológicos del proyecto que, aunque se encuentra en su fase inicial, ya dio algunas muestras de los múltiples retos que deberán sortear para lograr su objetivo. Un cultivo nuevo en Baja California De acuerdo a información del Instituto Mexicano de Investigación en Pesca y Acuacultura Sustentable (IMIPAS), en 2008 se inició en México la producción de juveniles de pepino de mar en estanquería rústica, con resultados exitosos. Sin embargo, el instituto advierte que “es necesario seguir realizando estudios para lograr la mejor técnica para el cultivo de pepino de mar y llevarlo a una producción comercial”.
“En Baja California estamos iniciando. Se han hecho muchos trabajos sobre ecología de los pepinos y ya se han cultivado, pero no con el objetivo de tener una producción de semilla sino más experimental”, comentó. Explicó que además de su relevancia económica, el pepino de mar es importante desde el punto de vista ecológico porque en su proceso de alimentación remueve los residuos sólidos del fondo marino y oxigena esas áreas. Como consecuencia del declive de sus poblaciones, se ha observado que las zonas que habitaban se convierten en zonas anóxicas, es decir, sin oxígeno, lo que provoca que muera todo alrededor. Desafíos de una especie protegida Además de su importancia económica y ecológica, el equipo valoró que la infraestructura para el cultivo del pepino de mar implica una inversión mucho menor en comparación con otras especies, lo que aumenta las posibilidades de que las cooperativas pesqueras comiencen a cultivar una vez que se desarrolle la biotecnología. “Creo que el cultivo de especies como el pepino de mar, el ostión y los abulones es más asequible para el sector social, ya que no requieren de una infraestructura tan compleja y costosa como los cultivos de peces marinos y eso da un aliciente diferente también”, afirmó el doctor Benjamín Barón Sevilla, investigador del Departamento de Acuicultura del CICESE y responsable del proyecto. Con todas estas ventajas en mente, presentaron un proyecto en la Convocatoria de Ciencia Básica y de Frontera 2024-2025 del Conahcyt, el cual fue aprobado y comenzó a financiar la investigación a partir de junio de este año. Como parte del proyecto, el equipo entabló un convenio de colaboración con la Sociedad Cooperativa Piripichi S.C. de R.L., que cuenta con permisos para la captura de reproductores de Isostichopus fuscus. En el convenio se estableció que el CICESE donará a la cooperativa el 50 por ciento del primer lote de juveniles que produzcan para que emprendan la experiencia de cultivo. En contraparte, la cooperativa colaborará con la captura, donación y traslado de los reproductores. Fue en este punto donde iniciaron los desafíos. Al tratarse de una especie protegida es indispensable contar con el permiso especial para extraer los ejemplares del mar y trasladarlos al laboratorio, pero la cooperativa inició un proceso de renovación de sus permisos antes de que se lograran trasladar. De forma paralela, el equipo de investigación solicitó el permiso de captura científica ante la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el cual está en proceso de ser aprobado. Mientras se da la renovación y autorización de permisos, el equipo optó por comenzar a trabajar con la especie Apostichopus parvimensis, que también habita en Baja California, pero en el océano Pacífico, y no cuenta con protección especial, lo que facilitó su colecta y traslado. La primera experiencia Fue un lote de 106 reproductores de Apostichopus parvimensis, cuyo nombre común es pepino de mar verrugoso, con el que iniciaron los trabajos en el Laboratorio de reproducción y desarrollo y lograron con éxito un par de eventos reproductivos, así como el proceso de cultivo larval. Los organismos se alimentaron con la mezcla de tres microalgas marinas: Isochrysis galbana, Pavlova lutheri y Chaetoceros muelleri, con lo que se logró obtener juveniles tempranos. Aunque consiguieron producir una gran cantidad de juveniles, por una falla en el sistema de filtración del agua de mar, el cultivo se contaminó con un copépodo, un pequeño crustáceo con una alta tasa de reproducción, lo que hizo complicado controlarlo y terminó eliminando a toda la población de juveniles de pepino. “Lo sobresaliente de la experiencia es haber pasado por todo el proceso de cultivo, ahora tenemos una idea muy clara de qué se tiene que hacer, dónde tenemos que reforzar el control de la calidad del agua y pienso que no vamos a tener obstáculos para producir juveniles de las dos especies de mayor demanda en la región”, indicó Benjamín Barón. Ahora el equipo, del que también forma parte la doctora Beatriz Cordero Esquivel, investigadora del CICESE, planea un segundo intento de cultivo de Apostichopus parvimensis para 2025, a finales del invierno e inicio de la primavera, y el primero de Isostichopus fuscus en primavera-verano, que son las temporadas en que se reproducen. Cultivar alianzas Para Benjamín Barón los alcances del proyecto no dependen exclusivamente de los hallazgos científicos, sino también de la sinergia con autoridades y cooperativas. Comentó que en los recorridos que han hecho hasta ahora con las cooperativas, ya identificaron sitios idóneos para instalar la infraestructura que se necesita para el cultivo del pepino de mar. “En la zona del Golfo de California hay sitios fabulosos para hacer eso, hay muchas áreas con protección natural porque hay muchos islotes y están ideales para hacer ese tipo de cultivo”, detalló. Además de los sitios para comenzar a implementar los cultivos en las costas de Baja California, también han visualizado cómo aportar en otros aspectos de las etapas de producción. Una de ellas es que los pepinos de mar que son producto de la pesca y no tienen el peso deseado pasen por una etapa de engorda antes de ser comercializados, por lo que también se trabajará en la formulación de alimentos para estos organismos. “Si están en una condición inadecuada para comercializarlos, que los engorden en una instalación propia para que ganen peso y los vendan a mejor precio”, comentó el investigador. Por ahora ya constataron el interés por parte de las cooperativas y se proponen impulsar el cultivo de pepino de mar en Baja California, tanto en las costas del Golfo de California como en las del Pacífico. |