Agua y cambio climático: ¿qué le espera a la vitivinicultura?
Investigadores del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE) ofrecieron ante productores vitivinícolas del Valle de Guadalupe el panorama actual y los posibles escenarios para este sector de acuerdo a estudios hidrogeológicos y de cambio climático. Las charlas fueron impartidas en el evento “El valle vino para quedarse”, celebrado el 31 de agosto en la vinícola Palazzo del Valle. Con la charla titulada “El vino del futuro”, la Dra. Tereza Cavazos Pérez, climatóloga e investigadora del Departamento de Oceanografía Física del CICESE, expuso que hay un índice que se utiliza en la investigación para determinar cuáles son las zonas más aptas para la viticultura. “Ese índice se relaciona con la acumulación de grados de calor durante el periodo de crecimiento. Básicamente es temperatura máxima durante el día menos la mínima durante la noche, se acumulan esas horas y tenemos un valor total durante el periodo de crecimiento”, explicó. Agregó que el límite superior para el cultivo de vid es de dos mil 700 unidades de calor y el mínimo oscila entre 850 y mil 200 unidades de calor. Dado que Baja California, y todas las regiones de producción vitivinícola en México, se encuentra en el orden de las dos mil unidades, cuenta con un margen para afrontar las consecuencias del calentamiento global. Respecto al ciclo biológico de la vid, dijo que el efecto del aumento de la temperatura provoca que se adelante varias semanas. Es decir, si regularmente la cosecha es en los meses de agosto y septiembre, en los lugares más cálidos del país se adelanta a febrero o marzo. “Sí es una preocupación que en unos 20 años —apuntó la investigadora— la temperatura aumente otro grado centígrado porque ya estaríamos en esta fase donde hay menos uvas que sean resistentes a las altas temperaturas. Hay que pensar qué hacer si eso sucediera”. Recordó que la proyección es que para el año 2040 la temperatura haya aumentado 1.5 grados, mientras que para finales de siglo las estimaciones indican que, de no tomar acciones para reducir los gases de efecto invernadero, el aumento será de cuatro grados. De darse este escenario, las complicaciones no solamente serían para el sector agrícola, sino en general para todos los seres vivos del planeta, ya que habría que implementar estrategias de adaptación en todos los ámbitos para afrontar un reto de ese tipo. Además, advirtió la especialista, el aumento de temperatura en la producción de vino podría tener como consecuencia que ocurran primaveras falsas que rompan con la dormancia necesaria para las vides, adelanten las temporadas de cosecha y finalmente se produzcan vinos con sabores distintos a los tradicionales. “Habría posiblemente vinos diferentes, no necesariamente de mala calidad, sino vinos con un sabor diferente, y eso para quienes comercializan los vinos será una nueva tarea, hacerle llegar a sus consumidores que habrá sabores diferentes debido a esto”, apuntó. Prepararse para estos escenarios implicará también que los productores implementen estrategias de adaptación como instalar sombra para las plantas, optar por variedades más resistentes al calor y la sequía o instalar mallas para proteger a las vides del granizo, en caso de que se presenten eventos extremos. Escasez de agua Para el Dr. Thomas Kretzschmar, hidrogeólogo e investigador del Departamento de Geología del CICESE, la escasez de agua en el Valle de Guadalupe es una problemática que debe observarse a nivel de cuenca hidrológica. Durante su charla, titulada “Aguas con el agua”, consideró que la parte medular del problema del agua en el valle es la recarga del acuífero, la cual provenía, en un 60 por ciento, de Ojos Negros; mientras que el otro 40 por ciento era de otras cañadas pequeñas alrededor del valle, según estudios que realizó. Puntualizó que otro aspecto importante es la salinidad del agua, provocada por el tiempo de residencia y el contacto con el acuífero, lo que aumenta las sales como reacción a la interacción con los minerales. “Algunos dijeron ‘esa es agua del mar, es intrusión salina’. Estamos a 350 metros de elevación, no es intrusión salina, eso es por la cercanía con la superficie, tenemos evaporación, el agua se evapora y las sales se quedan”, afirmó el Dr. Kretzschmar. Respecto a la última temporada de lluvias en la región, comentó que aunque no fue tanta en cantidad, sí aumentó la frecuencia, lo que fue suficiente para infiltrarse a los acuíferos y poco a poco alimentar a los arroyos. No obstante, observó que los eventos extremos de precipitación no ayudan a mitigar la escasez de agua, debido a que la capa del suelo se satura y se sella, por lo tanto no se puede infiltrar y se va. “Por eso nos ayudan más las lluvias medianas, como eran normalmente las lluvias de invierno de Ensenada, eso nos ayudó más en la infiltración porque no se satura la zona superficial del suelo ni se sella”, comentó. En consecuencia, subrayó, la sequía no se ha terminado, pues aunque a nivel superficial hay suficiente precipitación, no necesariamente se refleja en la disponibilidad y la recarga de los acuíferos. “También son conceptos de tiempo porque el agua que cae arriba, para que llegue a los acuíferos necesita bastante tiempo, pueden ser días, meses, años, décadas o cientos o miles de años, depende de la región y el material. Estamos trabajando en cómo identificar esto en el Valle de Guadalupe”, concluyó. |